Gustavo, el gran ausente

Opinión Celeste y Marrón

Juan Pablo Marrón

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Cuentan que en las calles de tierra del humilde barrio Nebel, en la ciudad de Concordia, en la provincia de Entre Ríos, aún persisten las huellas de Gustavo, el niño que todos los días solía escaparse de su casa durante horas para jugar a la pelota. Un tiempo después fue el hombre que las volvió a caminar una y otra vez para ayudar a todos sus habitantes en el medio de las inundaciones que afectaron la zona.

Dicen, también, que en una de esas tantas escapadas, corrió hacia un arroyo, nadó hasta lo profundo y casi se queda allí para siempre. A su vida la salvó un bañero fanático de Racing. Tal vez el primer gol de Gustavo en la Academia haya sido en ese momento. Fue evidente que los dos, tanto Racing, que por esos tiempos también se debatía entre la vida y la muerte, como Gustavo, se necesitaban vivos y juntos.

Una vez contaron que Maria, la mamá de Gustavo, en sus últimas horas antes de despedirse de su hijo, le rogó que siguiera jugando al fútbol. Porque ahí convivían la felicidad de él y el orgullo de ella. Fue en las Inferiores de River donde su historia recibió la admiración y el respeto de sus compañeros. Fue el niño que se hizo hombre de un golpe que aún estruja su corazón, del golpe que recuerda en cada gol mirando al cielo y abrazando su propia historia.

La misma historia, la suya, lo encontró con Diego Simeone en River, quien lo puso en primera. De River se tuvo que ir porque no tenía lugar. En Bahía Blanca supo de que se trataba eso de no darse por vencido. Jamás. Como se lo pidió su mamá. Aunque ni en La Plata, ni en Ecuador las cosas salieran bien. El sabía que había un lugar para que el tiempo acomodara todo aquello por lo que había luchado. Y siguió adelante. Sin esperar nada de nadie. Y en silencio.

Fue desterrado, fue desconsiderado, fue apartado y, por sobre todas las cosas, fue juzgado. Y así, como suelen hacer los ganadores, contradijo las infinitas versiones con hechos.

Ese es Gustavo, quien se cansó de hacer goles, y de abrazarse con sus compañeros, y se encargó, sin quererlo, de que quisiéramos conocer su historia. Pero por sobre todas las cosas, Gustavo nos dejó unas cuantas lecciones. Fue leal a eso de no darse por vencido, hizo todo por amor, porque el amor de una madre es tan fuerte que es capaz de romper arcos desde el más allá, y por un buen tiempo se transformó en imprescindible para su club. Ambos se recuperaron juntos. Gustavo y Racing.

Y fue goleador, y fue campeón, y fue quien astilló redes en el continente, y fue quién gritó en los partidos importantes, ante los rivales importantes.

Hoy Racing saldrá a la cancha haciendo su debut en su estadio en un torneo local. Fue el contexto en donde Gustavo más supo destacarse, y después de dos años y medio, por primera vez, ese hombre disfrazado de pantera, aquel socio ideal de Milito, el mismo que jugó con el silencio de unos cuantos escenarios, el de los dos goles en un par de minutos en la Bombonera, el de la emoción en cada día de la madre, el del tiro libre de fuego en Quilmes y el de tantísimas otras conquistas, no estará. Tal vez pase inadvertido. El tiempo de estos tiempos se come todo. Pero a quien aún no pudo contrarrestar es a la memoria. Y Gustavo. Gustavo Bou, permanecerá siempre en la memoria de los hinchas de Racing.

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8 comentarios en “Gustavo, el gran ausente”

  1. Muy lindas palabras de @jpmarron para Gustavo Bou el que cuando llegó a Racing nadie daba 2$ por El, y nos tapó la boca a todos. Cada pelota que agarraba teníamos la total seguridad que casi terminará en gol. Siempre en ntros corazones y a la espera de su retorno.

  2. Gustavo anoche te reextañe volve pronto capo igual que Acuña, como se los añora capos, capos de verdad en sus posiciones,,hay un vacío tremendo ustedes tienen la culpa que se los recuerde tanto X todo lo que dejaron ,jugando en Racing

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